Si se preguntase a cualquier persona qué es la capacitación, todos podrían dar una respuesta. Es algo que todos sabemos (o creemos saber de qué se trata).

No existe gerente, director de empresa o empleado de cualquier nivel que no haya asistido u organizado para su personal o para sí mismo algún seminario, curso, conferencia u otro evento similar con el objeto de refrescar conocimientos, comprender algún nuevo concepto o teoría o simplemente para reflexionar sobre la forma de actuar frente a determinados desafíos laborales.

Y esa es la razón de ser de la capacitación: lograr una mejora en los sistemas de trabajo y en sus resultados.

Aunque son variados los motivos que llevan a una organización a realizar un programa de capacitación, muchas veces no se tiene la madurez ni preparación para hacerse cargo de los resultados que se obtengan con la misma. Es imprescindible poner en marcha un sistema para seguir las acciones de capacitación y los resultados obtenidos y es muy común que esto no se concrete por diversos motivos, como la falta de tiempo, se prioricen otros asuntos, etc.

Desde hace pocos años la capacitación vivencial pasó a ser una de las opciones de entrenamiento que mayor demanda tiene en las organizaciones. Esta metodología vivencial está basada en el aprendizaje a través de la experiencia directa, en un clima relajado, divertido y donde se realizan actividades que combinan la competitividad deportiva, la diversión y el trabajo en equipo (outdoor training). La clave de su éxito es que posibilita reproducir situaciones análogas a las que se viven en las empresas y gracias a los ejercicios propuestos se genera una movilización intelectual, física y emocional, que facilitan que cada uno identifique las competencias trabajadas y cómo llevarlas a la actividad del trabajo diario.


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